EL ESPACIO DEL ENTRE 2 De milagro no soy uno de tantos pobres de solemnidad sin un mendrugo que llevarme hoy a la boca De milagro no soy esa mujer con un dolor hiriente que rasga las entrañas cada vez que menstrúa De milagro no soy animal de granja –Tendría tantas opciones de vivir en el infierno De milagro camino con dos piernas perfectamente funcionales: no soy cojo –y tampoco tuerto si es que de eso se trata De milagro el calcio de mis huesos no es calcio de roca, el agua de tanto tejido no es agua de mar, aunque se parezca tanto Es un milagro inverosímil: tanta dulzura tanta dureza tanto doloroso esplendor ahí, aquí, ahí El común de los mortales. Jorge Riechmann Tusquets Editores. 2011
Si yo fuera Dios y tuviese el secreto, haría un ser exacto a ti; lo probaría (a la manera de los panaderos cuando prueban el pan, es decir: con la boca), y si ese sabor fuese igual al tuyo, o sea tu mismo olor, y tu manera de sonreír, y de guardar silencio, y de estrechar mi mano estrictamente, y de besarnos sin hacernos daño -de esto sí estoy seguro: pongo tanta atención cuando te beso; entonces, si yo fuese Dios, podría repetirte y repetirte, siempre la misma y siempre diferente, sin cansarme jamás del juego idéntico, sin desdeñar tampoco la que fuiste por la que ibas a ser dentro de nada; ya no sé si me explico, pero quiero aclarar que si yo fuese Dios, haría lo posible por ser Ángel González para quererte tal como te quiero, para aguardar con calma a que te crees tú misma cada día, a que sorprendas todas las mañanas la luz recién nacida con tu propia luz, y corras la cortina impalpable que separa el sueño de la vida, resucitándome con tu palabra, Lázaro alegre, yo, mojado todavía de sombras y pereza, sorprendido y absorto en la contemplación de todo aquello que, en unión de mí mismo, recuperas y salvas, mueves, dejas abandonado cuando -luego- callas... (Escucho tu silencio. Oigo constelaciones: existes. Creo en ti. Eres. Me basta.
cuando sus huesos queden limpios y los limpios huesos sedispersen,
ellos tendrán estrellas en el codo y el pie;
aunque se vuelvan locos serán cuerdos,
aunque se hundan en el mar de nuevo surgirán,
aunque se pierdan los amantes, no se perderá el amor;
y la muerte no tendrá dominio.
Y la muerte no tendrá dominio.
Los que hace tiempo yacen
bajo los dédalos del mar no han de morir entre los vientos,
retorcidos de angustia cuando los nervios cedan,
atados a una rueda no serán destrozados;
la fe, en sus manos, ha de partirse en dos,
y habrán de traspasarles los males unicornes;
rotos todos los cabos, ellos no estallarán.
Y la muerte no tendrá dominio.
Y la muerte no tendrá dominio.
Ya las gaviotas no gritarán en los oídos
ni romperán las olas sonoras en las playas;
donde alentó una flor, otra flor tal vez nunca
levante su cabeza a los embates de la lluvia;
y aunque ellos estén locos y totalmente muertos
su cabezas martillearán en las margaritas;
irrumpirán al sol hasta que el sol sucumba,
y la muerte no tendrá dominio.
dichoso paseante que encuentra su huidobro lo conduce al alambre lo previene del elogio
la letra chata medró como flor civilizada perla de asfalto cubito homologable
pero el texto tal vez el texto sin fijos ni preámbulos sea ancestral y precursor un haz fecundo paracaídas que surca este enredo de esferas
*** ahora sé que quise ser frank bascome conducir tranquilo por los barrios periféricos ser el ciudadano que nadie espera y al que todos dan la bienvenida vivir bajo sordina y al caminar cuesta abajo despacio entre platanales pedirte un trozo de merienda no traspasar el umbral de las expectativas para una postal desde francia o para un verano inolvidable me faltan borrones asteriscos
lo fácil era aprovechar la disculpa de tu hermano los minutos forzosos de un encuentro casual y después la noche que abre sus rutilantes incisivos la romántica desconfianza era propia la cursilería los pequeños papeles las notas a pie de página el mero amor por el frío
La soledad buscada y esta otra. El enemigo insomne del espejo. Un pasillo de hotel de madrugada. La ropa amontonada en un rincón. Los versos que te imponen otros versos. La luz en la ventana como un ángel. La noche con sus grillos y preguntas. Un sueño con abejas y dragones. El recuerdo real y los que inventas. El laberinto lóbrego del alma. La voz que te acompaña en tu caída. El mapa junto al móvil y el tabaco.
El Sur con sus alhajas de fulana experta en corromper virginidades. ***
EL PARAÍSO
Las tuberías muerden el silencio con agonía sórdida. Los gatos han decidido lamentarse a coro al otro lado de la calle. Un bicho, taciturno y amante de mi lámpara, proyecta en la pared sombras grotescas: en ellas reconozco una figura, un tipo con un sueño bajo el brazo y un mapa equivocado al Paraíso. En otra habitación, algún borracho celebra la resaca de mañana.
***
AL FINAL DEL CAMINO
¿Quién recuerda a aquel hombre que una tarde de lluvia, con un mapa inventado y un tesoro en los ojos, salió en busca del Sur y de otra sombra? Se fue silbando la tonada alegre del camino y los sueños; izó, sin gran esfuerzo, la bandera expectante del adiós, y un arrojo imprevisto hinchó su pecho mientras sombras comunes le advertían que al final del camino está uno mismo.
Por fin al sur de todo mapa, roto, sin tesoro y a solas con su rostro de siempre, no maldice la tarde remota en que partió. Ha llegado al final de algún camino. Ya no enturbian sus sueños ni dragones ni abejas.
Al sur de todo mapa. Javier Cánaves. V Premio internacional de poesía Antonio Machado en Baeza. Poesía Hiperión, 2001.
Nunca miro de frente a los cuchillos cuando se acercan volando hacia mí: podría, instintivamente, moverme para esquivarlos y arruinar el número.
Nadie se fija en mí por más llamativa que sea mi indumentaria: él es el héroe, él quien arriesga. No me importa: a la hora de repartir ganancias, vamos a medias.
En general, cuando estoy en la arena, no pienso. ¿De qué me serviría? Sólo espero a que todos los cuchillos se claven en el panel, sonrío, saludo y me retiro a mi caravana.
Sé que los espectadores esperan que él falle, o sea, que acierte. Las dianas se hacen para acertar en ellas.
Escribí este poema cuando las bombas estaban cayendo en Gaza y yo era
la portavoz de prensa para la coalición. Hacíamos mucho trabajo de organización
y nos quedábamos despiertos hasta las seis de la mañana, perfeccionando cada
pequeño clip de sonido, y al final... como sabéis muchos palestinos se cansan y
acaban pronunciando las “P” como “B” así es como nos convertimos en “balestinos”
al final del día... (Las entrevistas eran en inglés) así es que estuve practicando
mis “pes” toda la noche y a la mañana siguiente uno de los periodistas me
preguntó: “¿No crees que todo
estaría bien si simplemente dejarais de enseñar a vuestros hijos a odiar?” No
insulté a la persona, fui muy educada, pero escribí este poema como respuesta a
este tipo de preguntas que a nosotros, los palestinos, siempre nos hacen.